Las feministas jóvenes organizadas están sacando el aborto “del clóset”

28 Septiembre 2018

Cada vez más, el aborto está en boca de todes. En la de quienes lo practican y quienes no, en la de médicos y periodistas, en la de feministas y antiderechos. Con las jornadas del 13J y 8A en Argentina, la marea verde comenzó a expandirse por el continente. Pero quienes están poniendo el cuerpo para asegurar más abortos cuidados, son las jóvenes feministas organizadas. Desde Perú, Chile, Argentina y Uruguay, cuentan en este reportaje cómo acompañan la decisión de abortar en sus países.

América Latina y el Caribe tiene la tasa de abortos más alta del mundo, según datos del Instituto Guttmacher. La región se divide en unos pocos países que lo han legalizado (Cuba, Uruguay, Puerto Rico y la Ciudad de México), y otro tanto que tienen totalmente penalizada la práctica (El Salvador, Honduras, Nicaragua, República Dominicana, Haití y Suriname).

En el medio, el resto de países se adhiere a la despenalización parcial o por causales (violación, malformación del feto, o riesgo de vida de la mujer). Donde es común (dependiendo del país y la región) obstáculos burocráticos que impiden realizar el aborto dentro de los plazos legales, o en donde se requiere comprobar una violación, o prevalece la objeción de conciencia unida a la moral religiosa y la ambigüedad por parte del sistema médico para definir “riesgo de vida o salud”.

En este contexto, el 97% de las mujeres de América Latina y el Caribe viven en países con leyes de aborto restrictivas; y el 60% de los abortos en esta región son inseguros. También lidera a nivel mundial con la tasa de embarazos no planeados.

La tarea es inmensa

Algunas de las colectivas y redes que trabajan para brindar información y acompañar a personas que deciden abortar en el continente son: Socorristas en Red de Argentina, Serena Morena de Perú, Con Amigas y en la Casa de Chile, Las Parceras de Colombia, Ecuménicas por el Derecho a Decidir de Honduras, 28 Lunas de República Dominicana, Las Comadres de Ecuador, Mujeres en el Horno de Uruguay.

Las mujeres feministas organizadas coinciden en que la primera barrera para realizarse un aborto es el desconocimiento. Porque la información en internet abunda, pero no siempre es confiable, como tampoco lo es la que te da el tipo que vende la medicación de forma clandestina en la calle. Después está el silencio, la falta de compañía y comprensión, la sensación de que no hay otras que pasen por lo mismo, el miedo a la cárcel.

Más allá de las múltiples barreras, una persona que quiere abortar lo hace, siempre exponiéndose a la clandestinidad insegura, la criminalización (penal y social) y el abandono del Estado. Ahora, cuando esa mujer es rica, todo cambia. Los recursos económicos, la contención, las clínicas privadas y los viajes al extranjero, siempre lo solucionan.

Pero cuando una mujer aborta en América Latina y es pobre, empiezan los problemas. Tal es el caso de Teodora en El Salvador, condenada a 30 años de cárcel por un aborto involuntario, y que se le suma al de “las 17” mujeres (para abril de 2018 ya eran 24) que pasaron por el mismo tipo de criminalización en ese país. O el de miles de mujeres expuestas a la violencia del mercado irregular, las clínicas clandestinas y el rechazo de su familia.

Y cada país con su particularidad. En Chile, la medicación para abortar se encuentra restringida exclusivamente a su uso intrahospitalario, por eso no está disponible en las farmacias, ni siquiera con receta médica. Por contrapartida, en el mercado ilegal una dosis completa de misoprostol puede llegar a costar un sueldo mínimo chileno. Desde agosto de 2016, la red Con las Amigas y en la Casa acompaña abortos y brinda información en casi todas las regiones del país. También brinda información para que las mujeres no sean estafadas en el mercado irregular, y sostienen que ninguna mujer debería dejar de abortar por no tener el dinero suficiente.

En la provincia de Tucumán, al noroeste de Argentina, Socorro Rosa (hace parte de Socorristas en Red a nivel nacional), tiene 11 integrantes, en su mayoría jóvenes lesbianas. Su “principal arma es el amor hacia las mujeres y entre mujeres”, ellas abortan “en manada y hermadas”. Malena, una de sus integrantes, dice que “en Tucumán la mujer que quiere abortar lo hace y es un secreto a voces”. El tema es si ese aborto es seguro o no. Otras barreras en la provincia son la ausencia de educación sexual integral, el nulo acceso a métodos de anticoncepción en hospitales públicos, y el discurso religioso solapado en las instituciones educativas.

Desde Lima, Perú, colaboradoras de Serena Morena cuentan que, si bien la medicación se consigue en las farmacias con receta médica, el mercado clandestino tiene mucho peso. “En las clínicas clandestinas hubo casos de perforaciones de útero, violaciones a mujeres, cualquier cosa. Hay un montón de ginecólgos y especialistas que son una vergüenza, que lucran con la desinformación de las mujeres”. El juego de la doble moral es permanente, las mujeres no pueden denunciar lo que les pasó porque para la ley, también ellas cometieron un delito.

Para Uruguay, con una Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo vigente desde 2012, la situación es bien diferente. Cualquier mujer uruguaya puede abortar con hasta 12 semanas de gestación (14 si es violación, y sin límite si corre riesgo de vida la mujer o existen anomalías fetales), pero quedan por fuera las que superan ese plazo o las migrantes con menos de un año de residencia en el país. Mujeres en el Horno, gestiona una línea telefónica desde el 2014 para brindar información y acompañamiento.

Según Andrea y María José, que “la ley no tenga asignado un presupuesto” y que haya sido poco difundida, son las principales limitaciones que encuentran las mujeres cuando deciden abortar. “Muchas mujeres llaman a la línea sin saber ni siquiera por dónde arrancar”. Por ejemplo, piensan que tienen que ir a una clínica especial, cuando en realidad solo basta con acercarse a su servicio médico. Además, por Ley la mujer debe presentar su caso frente a un grupo de especialistas, y durante el proceso, “reflexionar cinco días” para ratificar su decisión, por lo que se podrían alargar los plazos y quedarse fuera de las 12 semanas.

Otras de las barreras para las mujeres uruguayas, es que no tienen libertad para elegir el método, o el lugar que más les convenga y que les de más seguridad. Solo se hace con pastillas (que junto con la Aspiración Manual Endouterina son los métodos más seguros y usados a nivel mundial) y siempre es en la casa (cuando deberían tener el derecho de poder realizarlo en el hospital si así lo desean). La objeción de conciencia, declarada por el 40% de los profesionales del país; la objeción de ideario (cuando la institución rechaza realizar abortos), declarada por dos servicios de salud a nivel nacional; la penalización cultural del aborto (que aún sigue en el código penal); y el inexistente acceso en las zonas más rurales, también hacen parte de las trabas que se encuentran en Uruguay, pese a una Ley existente hace siete años.

¿Qué es el acompañamiento feminista?

Para las acompañanates entrevistadas, es no darle la espalda a quienes necesitan interrumpir un embarazo. Es que te mueva el deseo de acompañar la decisión de una compañera, y garantizarle un aborto CUIDADO y seguro. Como dice el lema de Con las Amigas y en la Casa: “una mujer que quiere abortar y se contacta con nosotras, aborta”. Es escuchar con respeto, empatía y sin juzgar; brindando seguridad para diluir la presión y la angustia que genera la clandestinidad, y politizar el peso de la culpa que recae sobre las mujeres socialmente frente a las decisiones autónomas sobre sus cuerpos. Es permitir una comunicación fluida, escuchar la voz de las mujeres, preguntar cómo se sienten. Es tomar una decisión personal entre todas, haciendo de lo individual una apuesta política colectiva.

Un acto tremendamente revolucionario: mujeres que se juntan con otras mujeres para decidir con autonomía sobre sus cuerpos. Se derriban mitos como el de la “mala mujer” o el “estoy sola”, y se pone en palabras las violencias sufridas. Un acto que vale por mil actos. “Con el aborto disputamos el lugar de madre que le corresponde a la mujer en la sociedad machista. Nosotras no estamos debajo de nadie y nuestras decisiones deben ser respetadas”, aseguran las integrantes de Serena Morena.

La persona que quiere abortar se contacta con alguna de las redes o colectivas de su país solicitando información. Algunas veces la consulta se agota en una llamada, pero también se coordinan encuentros cara a cara y se hace un seguimiento. Serena Morena prefiere las reuniones en el espacio público para “sacar el aborto de lo privado”; Con las Amigas y en la Casa hace acompañamiento telefónico si la mujer se encuentra lejos o le paga los pasajes si tiene que trasladarse; Socorro Rosa Tucumán genera los encuentros en talleres fijos por semana donde las mujeres que abortan se conocen; Mujeres en el Horno acompaña al teléfono a la mujer que está abortando en su casa, por más que la ley uruguaya la ampare y haya visitado un médico.

Así se gesta lo que llamaron una “ingeniería feminista mujeril”, en la que se comparte la información de cómo se realiza un aborto: con qué medicamentos, cuándo tomarlos, dónde es mejor hacerlo, si el sangrado y el dolor son normales, cómo detectar síntomas de emergencia, qué hacer si se va al hospital. Todo se pone a disposición para que la mujer esté cuidada en el proceso; y si ha sufrido violencia por parte de la pareja o del sistema médico, se brinda información y apoyo para la denuncia.

Con estas acciones directas las feministas organizadas están sacando el aborto “del closet”, desestigmatizándolo, humanizándolo y dando lugar a que más mujeres cuenten su experiencia. Están interpelando la hegemonía médica y cuidando la vida y la salud de quienes abortan. Ayudando a que no se eleve la mortalidad materna en sus países, y popularizando el uso de métodos seguros con medicamentos, cuyo uso está científicamente comprobado.

Según datos de Socorristas en Red, cada año, menos mujeres acompañadas por la red asisten a guardias hospitalarias, “creemos que es porque aprendimos a calmar ansiedades por signos de alarma que no siempre son tales”. Porque un aborto que no genera complicaciones físicas, pero sí emocionales, no es un aborto seguro.

Virgen María 2.0

Poner el cuerpo para asegurar abortos libres y cuidados, también es estar en la mira de los antiderechos. El peligro se lee en las redes sociales y se siente en las calles. Es generalizado que las redes y líneas de acompañamiento en América Latina reciban amenazas de trolls y antiderechos en redes; como la violencia física que reciben quienes se manifiestan públicamente a favor del aborto. Ejemplos son los de las tres mujeres apuñaladas en la Marcha por el Aborto Libre el 25 de julio de 2018 en Chile, o las amenazas de muerte contra la activista brasileña por los derechos reproductivos Debora Diniz, o las tantas chicas argentinas agredidas en la vía pública y en sus domicilios por llevar puesto el pañuelo verde. Y más.

Frente a esta realidad las estrategias de cuidado colectivo son tan diversas como las colectivas. “Nosotras decidimos no contestar, porque cuando un tipo dice algo en Facebook le caen 120 mujeres encima. Nos defendemos entre todas. Cuantas más seamos y más visibles, estamos más seguras”, relatan las integrantes de Con las Amigas y en la Casa.

Pero Socorro Rosa tiene otro cuento. El 8 de marzo de 2017 hicieron una performance simbólica durante la marcha y el paro general de mujeres. La “Virgen María” abortaba al “patriarcado y sus instituciones misóginas, el matrimonio, la maternidad y la heterosexualidad obligatorias”, dijo Malena. Todo pasó en las calles de Tucumán, una provincia pequeña que se declaró “provida” a través de una “legislatura provincial y principista” en agosto de 2018.

Lo siguiente fue una persecución de grupos antiderechos; con el escrache de los nombres, teléfonos y direcciones de las Socorristas; y la incitación al odio y la violencia. Las integrantes de la colectiva tuvieron que alejarse de la provincia por un mes; y representantes de la Iglesia las denunciaron al Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo por “afectar la moral de los creyentes católicos” con sus acciones.

De una forma u otra, los antiderechos y fundamentalistas religiosos están al acecho queriendo detener los pequeños avances que logran las mujeres feministas con años de lucha y resistencia. Como lo hacen los médicos que objetan conciencia (muchas veces de forma masiva en las instituciones) para no realizar abortos. Previendo esto, Con las amigas... creó el proyecto OLA: Observadoras de la Ley de Aborto, para conocer qué centros de salud son garantes del derecho y cuáles no, y cuántas mujeres no han podido acceder a las tres causales aprobadas por ley.

Acción Urgente

No siempre se corre el velo para ver todo lo que se esconde detrás del aborto; para algunas, la punta del iceberg del sistema patriarcal-capitalista. Que las mujeres más criminalizadas sean las pobres y las racializadas no es casual; y para las feministas jóvenes organizadas, la lucha por el aborto libre es crucial. Y aunque para muchas, el aborto estatal, como es el caso de Uruguay, no sea el horizonte ideal (porque la legalidad no garantiza un aborto seguro); dar la lucha legal y cultural, debatirlo y llegar a más mujeres, sí lo es.

Por esto es que en cada país germina una red, una colectiva o una línea telefónica que le brinda información, acompañamiento, seguridad, confianza y empatía a las mujeres que deciden abortar. Las feministas organizadas son las que ponen el cuerpo para hacer visible esto, y para que se cumpla lo mínimo que debe garantizar un Estado democrático: salud, seguridad y autonomía para las mujeres. Logran llevar el aborto a las agendas de los feminismos en cada país y demuestran una y otra vez que el aborto seguro libre y cuidado, es el de perspectiva feminista. Son como semillas que se expanden por las ciudades y los pueblos, al interior de los países y en sus periferias. Tal es así, que muchas de las mujeres que reciben la ayuda de las feministas aborteras terminan uniéndose a la lucha.

por: Flor Pagola

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